Las mujeres no van tras sueños...

Prologo

la historia pareciera estar pre-escrita por los siglo de los siglos y desde los siglos mismos, “las mujeres no van tras sueños”, no pueden, nuestra sociedad a pesar de su evolución no le permite mandar todo al mismísimo infierno y perseguir un sueño, cualquiera que sea, desde ser una gran científica hasta una cotizada artista, las primeras limitantes se inician con su biología, la edad, su condición económica y fisiológica; si están casadas y un día se dan cuenta de que la rutina, el esposo y los hijos han dejado marcas en ella, es fácil atribuirle su actitud a una crisis de edad. Cómo mandar todo al carajo, como desconectarte de los compromisos de la escuela, de las tareas, del día día, de la casa y por qué no decirlo hasta de la misma cama con el hombre de siempre.

Con buena suerte no es hasta los veinte y algo que comienzas a tener conciencia de lo qué quieres y hacia donde vas, y es en esa edad que se inicia la presión social entre los veinticinco y treinta y cinco, con la mejor edad para buscar un destino, con dos caminos uno corto pero eterno y además marcado por los designios de la naturaleza y otro que no sabes cuanto tiempo te llevará ni a donde te conduce.

Y así se inicia la gran cruzada entre los 25 y 35 años que más o menos representan diez años a dedicación exclusiva para los demás, para la casa, para la familia, para el marido, y para los hijos; que con mucho sacrificio podría alternarse con la universidad o un postgrado, ojo sin descuidar todo lo anterior; si el marido se te va durante ese periodo fuiste mala esposa y no le dedicaste el tiempo que necesitaba, fácilmente dirán que preferiste tu carrera a tu hogar; si tu hijo va mal en los estudios las excusas serán las mismas, y es que los hijos nunca tendrán edad para seguir su propio destino, se es madre por siempre y para siempre.

Como tomar tus maletas y largarte a perseguir tus sueños con uno o dos hijos a cuestas, crees que le podrás decir a tu pareja encárgate tú de los niños y de la casa mientras voy tras mis sueños, y poder contar con cinco o diez años como meta, sin que la familia no te etiquete, tus hijos no te cuestionen y la sociedad no te vete por mala madre, y por haber abandonado probablemente a un hombre bueno que en menos de lo pensado ya había puesto a otra en tu cama, pero tranquila, porque dirán que fue sólo por la soledad y la tristeza de tu abandono.

Es tan fácil para un hombre justificar y mandar todo al infierno largarse y volver un día, después de muchos años, tocar la puerta y probablemente abra la misma imbécil que le suplico antes de su partida que no la abandonara, y que se ha pasado la vida esperando por él, cual Penelope en la estación, le pida perdón y justifique todo con la inmadurez, con la juventud o con cualquier otra frase estúpida que pudo rebuscarse mientras llegaba a casa, y ella con orgullo le muestre a sus hijos grandes, con el mínimo rencor que la dignidad le permite, ya que no quiere que se largue otra vez; con las marcas de los años y de la vida a cuestas, en lo ojos y en las manos, en su cuerpo marchito por los años, seco por la ausencia de caricias y de amor.

Ellos se largan y con buena suerte si se acuerdan llaman el día del cumpleaños de sus hijos y la familia dirá, que el no los olvida, y es la llamada que con mucha impaciencia espera el niño, exclamando con mucho orgullo “mi papá me llamó”, no importa el motivo, esa llamada siempre será esperada y recibida con agrado por todos; si es ella la que llama todos tendrán una frase de reclamo, incertidumbre, y cuestionamientos, dirán te acordaste que tienes hijos y como puñalada cortante retumbará esa frase en los oídos de ella.

PRIMERA PARTE

Y mientras tanto esperaba, que, no lo sabia, pero la convicción de lo cierto y real que vendría a su vida le hacia tener fe en el mañana, y como todos los días, el ciclo eterno en el que se había convertido su vida, se repetía como un péndulo perpetuo dentro de su mismo eje, siempre inmutable, siempre tan igual.
La casa, los hijos, el trabajo, la casa, los hijos, el marido; en total se le iban 20 horas del día que podríamos distribuir de la siguiente forma, y que alguien me refute si en rasgos generales no son cierta: cuatro horas a los quehaceres del hogar, entre comidas, limpieza, y todos los etc, que implica una casa, tres horas atendiendo a los niños entre baño, meriendas, peleas, tareas, comidas y sueños; entre tres a cuatro horas al día entre el tráfico y las colas de la asfixiante ciudad, y cuando piensa en un poco de oxigeno para su vida, la esperan por lo menos dos hora de: pásame el control, tráeme un jugo o agua, ráscame por aquí o por allá, y todo lo que se le ocurra al señor, que no olvidemos está cansado de su día, y que espera ser atendido como rey por su esposa, mientras ella espera que con suerte no se ponga creativo para cerrar la noche con broche de oro el agobiante y común día.
continuará...

Abril 2010

Comentarios

"y mientras tanto espera, qué no lo sabe, pero la certeza de un mañana por venir, la hace abrigar en su corazón una esperanza, una ilusión"